Lo que la Gastronomía deja Dentro: La Mirada de una Chef que Escribe

«La gastronomía como relato: un idioma hecho de sabores, recuerdos y afectos»

«De los fogones a la palabra: cuando el sabor se convierte en memoria escrita»

 

Por Ingrid Julve

HoyLunes – Todo el mundo habla de gastronomía. Se escriben listas, rankings, rutas. Se fotografían platos como si fueran trofeos. Pero cuando la cocina se mira de cerca, se desarma como un reloj: pieza a pieza, memoria a memoria. No es solo comida. Es un idioma, un modo de estar en el mundo, un oficio y una herencia. Es también una forma de creatividad.

Durante años pensé que mi tarea era perfeccionar técnicas, medir al milímetro, hornear a punto exacto, montar cremas hasta rozar la perfección. Y no lo niego: la técnica es esencial. Nunca he sido fija en un solo lugar: siempre en tránsito, siempre viajando para ampliar mi conocimiento. Y cada vez que llegaba a una nueva cocina, me preguntaban lo mismo: “¿Qué sabes hacer?” “¿Cuál dirías que es tú especialidad?” Respondía con ideas creativas y soluciones prácticas. Pero por dentro me decía: sé mirar, sé escuchar, sé crear, sé recordar lo que un plato puede despertar.

Hasta que un día, mientras desmontaba un milhojas para mejorarlo, sentí que, entre capas, se me escapaba algo más importante que la textura. Me estaba dejando fuera las historias. Las que sostenían ese plato, las que lo habían inspirado, las que no salían en la ficha técnica ni en la cuenta de Instagram.

Así comenzó mi transición: de chef a narradora.

No he dejado de cocinar. Lo que he hecho es prolongar el fuego con palabras. No es que entre los fogones no exista memoria —al contrario, ahí nace—. Pero sentí la necesidad de sacar el plato del pase y colocarlo sobre la página, para que no solo se deguste, sino que se entienda, se recuerde y se hable de él.

“No vine a contar recetas. Vine a contar lo que la cocina deja dentro”.

Vine a hablar, no desde un púlpito ni desde un escaparate, de todo lo que la cocina contiene y no se ve: el cansancio que a veces no cabe en el delantal, la nostalgia que aparece cuando hueles un pan parecido al de casa, la rabia de ser mujer y tener que demostrar el doble en una cocina hostil. Vine a contar cómo una pastelera también puede ser una cronista del mundo.

He trabajado en cocinas de alto nivel y también en obradores humildes. He vivido campañas agotadoras y he sentido la chispa que enciende un nuevo postre como si fuera una revelación. He cocinado en silencio para eventos elegantes y he aprendido más sobre identidad en un mercado de madrugada que en cualquier feria gastronómica. Y si algo me ha enseñado ese recorrido es que la cocina está llena de capas invisibles que no se nombran porque no entran en el titular.

En este punto de mi vida, siento que mi oficio ya no es solo hacer dulces, ni solo escribir artículos. Es tender puentes entre ambos mundos. Es decir: esto también importa. Un potaje de pueblo, una coca de dacsa, una empanada de vigilia también son patrimonio. No necesitan estilismo ni estrella. Solo memoria, y respeto.

Cuando se desarma un plato – como se desarma un reloj –aparecen ingredientes que no están en la lista: la abuela que enseñó el gesto, la celebración que le dio sentido, la estación que lo hizo posible, el duelo que lo inspiró.

Escribir sobre gastronomía, para mí, es desmontar ese envoltorio brillante y mirar con curiosidad cada componente: el sabor, sí, pero también el contexto, la historia, la memoria individual y colectiva.

“La tradición no es estática, es una constante evolución. No se trata de congelar recetas, sino de transmitir el alma de los platos”. — Massimo Bottura

La cocina no solo se come: se recuerda, se escribe, se transmite.

He visto cómo un plato puede alimentar el cuerpo y, al mismo tiempo, reparar un recuerdo, sellar una reconciliación o acompañar una despedida. Cocinar es cuidar, y elegir qué y cómo se cocina es también una forma de pronunciarse en el mundo: por quién compramos, a quién servimos, de dónde obtenemos lo que ponemos en el plato.

Por eso me interesa la memoria culinaria. Porque nos recuerda que antes de ser espectáculo, la cocina fue sustento, fue vínculo, fue refugio. Porque antes de contar estrellas, alguien cocinaba con amor en casas sin luz eléctrica. Y porque todo eso importa tanto como el sabor.

“Las cocinas son el escenario de la vida diaria, donde se cuecen las historias que nos alimentan el alma”. – Laura Esquivel, Como agua para chocolate

Mi transición de pastelera a periodista gastronómica no ha sido un abandono, sino una expansión. Lo que ocurre en la cocina no se queda ahí; ahora viaja al papel para que quien lea pueda oler, imaginar y comprender lo que hay detrás.

Cocinar me enseñó la paciencia, la observación y la escucha; escribir me permite traducir esas lecciones en palabras.

“La comida es todo lo que somos. Es una extensión de nuestra historia, nuestra política y nuestra geografía”. — Anthony Bourdain

En cada plato hay una decisión. Y en cada decisión, una forma de contar el mundo.

Por eso creo que escribir sobre gastronomía – con conciencia, con cuidado, con compromiso – es también una forma de sembrar. En un tiempo donde lo inmediato gana visibilidad, escribir con pausa es casi un acto de rebeldía. Pero es un acto necesario: lo que no se cuenta, se pierde.

Este artículo es también una declaración de intenciones. Quiero que sea la primera entrega de un espacio fijo en HoyLunes dedicado a la gastronomía como memoria, identidad y relato. Un espacio que desarme el concepto de “tendencia” para mirar hacia lo esencial: los oficios que resisten, los productos que aún tienen alma, las cocineras que cocinan con raíces y los platos que siguen siendo cartas de amor a un territorio.

Aquí no encontraréis rankings ni listas virales. Encontraréis historias. Porque la cocina también es un lenguaje. Y como todo lenguaje, merece ser escuchado con atención.

La cucharilla y la pluma pueden trabajar juntas. Y esa combinación, cuando se cultiva desde el oficio, puede cambiar la forma en que vemos un plato: no como un producto, sino como un relato que se come con todos los sentidos.

Ingrid Julve. Periodista, Escritora de Gastronomía, Viajes y Turismo Sostenible.

Porque no todo se come.

Hay cosas que la gastronomía deja dentro.
Y esas, son las que vale la pena escribir.
Y si este artículo es el inicio de un camino más largo, me encantaría que siguiéramos caminándolo con esa misma pregunta encendida:
¿Qué queremos alimentar con nuestras palabras?

#hoylunes, #ingrid_julve,

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